La buena nota de Ricardo

El ambiente de trabajo es perfecto. Sol combinado con la frescura del mar, el sonido de las olas al fondo, y un paisaje maravilloso que solo las costas de Aragua pueden regalar. Pero Ricardo no puede verlo, solo lo recuerda. Él perdió la vista hace al menos ocho años, increíblemente se desempeña haciendo artesanías que vende en Playa Grande, Choroní.

Ricardo Oswaldo Sánchez Toledo cumplió 64 años el siete de febrero, el mes donde cumple la gente “buena nota”. La toxoplasmosis le destruyó las retinas. Lo operaron. Alcanzó mejoría en el tiempo de recuperación, sin embargo la enfermedad regresó con una rapidez inaudita. Esa vez, su hermano, único familiar directo que lo acompaña, no lo llevó a tiempo al médico. El padecimiento de Ricardo no terminó allí. Contó que la peor parte del episodio fue cuando se clavó el bastón que usa para apoyarse y orientarse en uno de sus ojos. “Fuerte ese dolor. Me quedé ciego de verdad, porque yo veía borroso. Veía a la gente y les preguntaba ¿no me conoces? Así a veces reconocía pero ahora no puedo mirar nada”.

 

Sorprendentemente no se siente tristeza en el tono de la historia. Como quien la ha relatado un millón de veces y sabe dentro de sí, que se trata de una lucha diaria. Una guerra que no piensa perder. Ricardo llega hasta Caracas solo. “Camino el pueblo, a Maracay, Caracas donde quiera”.

Su taller se ubica en su vivienda, en La Pantojera. Junto a su hermano realiza figuras de madera. Se le ve en la playa ofreciendo sus cucharones y tenedores de dos, tres y cuatro dientes, hechos de bambú. “Él también talla madera. Arrechísimo, con todo respeto”. Antes de perder la vista hacía crucifijos, mujeres, figuras de hombres con sombreros, macramé. Le tocó aprender de nuevo. Meta alcanzada.

A Ricardo le encantaría ver a las personas que conoce en la playa. Se conforma con escucharlos pero agradece cuando puede interactuar con personas “buena nota”.

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